Un hombre con gorra blanca, jeans oscuros y gafas tiende sus brazos con pantalones, camisas, medias como si se tratara de una exhibición. Aquí no importa medirse la ropa y mucho menos sí es de marca. La variedad se ofrece mientras habla duro y con fuerza. “¡Monita, llévelo que está barato!”Esta vociferación se convierte en la única herramienta para aumentar o disminuir las ventas según “el poder de convencimiento”, así lo afirma Leonor Benítez, una vendedora de zapatillas que todos los días ocupa un lugar dentro del conglomerado comercio en una esquina del barrio San Victorino en Bogotá. Este sitio reconocido por reunir más de mil personas a diario entre la cuales hay 23 que como doña Leonor, específicamente en ese lugar, venden artículos que van desde medias, ropa interior, minutos de celular hasta calzado y juguetes
Al lado de los vendedores ambulantes está un hombre de mediana estatura, apariencia cansada, pero paradójicamente disfruta su trabajo a las afueras de una tienda de telas. Su empleo no sólo depende de un micrófono si no del entusiasmo y las ganas de querer hacerlo bien promocionando constantemente: “Todo a mil, siga hay descuentos,”.
Don Rafaelito, como es llamado comúnmente por los empleados del almacén, siempre quiso ser locutor de radio de noticias deportivas. Su anhelo estuvo acompañado con narrar un partido de fútbol y no pierde la esperanzas para lograrlo algún día.
A unos pasos de allí, dentro de unos edificios viejos de siete pisos hay locales de 3mt de largo por 4mt de ancho que se pierden con la mercancía, como sí esto fuera poco, por cada uno de ellos hay entre tres y cuatro vendedores sin contar con las personas que alrededor visitan estos sitios. El calor se hace insoportable y después de cinco minutos de estar ahí la salida se convierte en la inclaustración de pasadizos pequeños, estrechas escaleras y bastante gente.
Se consigue de todo para surtir un negocio, este sitio es considerado por lo capitalinos como el epicentro de los productos al por mayor. Y esto lo han ganado con acreditación y varios años de perseverancia, así lo afirma la señora Edilma Céspedes, quien desde hace 15 años es dueña de un local de accesorios para el hogar.
San Victorino, un espacio creado por los bogotanos para reunir no solo la multiplicidad de productos si no el empuje de las personas que encuentran allí la forma de alivianar la difícil situación económica de sus familias.
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